Cuando bajé a abrirte, hacías como si nada hubiese pasado, como si yo fuese estúpida y no me diera cuenta que Ludmila te había pedido que vengas. Yo te respondía así nomás, cortada, no tenía ganas de estar con alguna persona en ese momento, quizás sí, pero con alguien que me pueda ayudar, y vos no eras precisamente el caso.
Me preguntabas cosas normales, como “Todo bien?”, aunque sabías que nada estaba bien. Me hice la estúpida unos minutos, hasta que no aguanté más. Te dije lo que había visto en Facebook, vos, obviamente, la defendías a ella, le justificabas cada cosa, era increíble, quizás, no teníamos los mismos pensamientos, o los mismos criterios. Cada cosa que yo decía, le dabas un porqué, como si fueses su abogada. Ya no tenía más ganas de eso, no quería entender el momento en que Ludmila publicó eso, ya estaba harta de ella, tanto tiempo, sintiéndome mal, sintiéndome inferior a ella, no era un problema de ella, era mío, y sabía que aunque trate, todo iba a seguir como siempre.
Ahora, no sólo me tenía que olvidar a Ludmila, sino que también de vos, aunque me iba a costar demasiado, se me iba a hacer casi imposible, una amistad tan corta, pero sin embargo tan importante, aunque sabía que iba a ser lo mejor para las dos.
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